Investigaciones

LA TRIPLE A EN LA REGIÓN / Jorge Cadús
EL ORIGEN DEL TERROR

A mediados de 1973, a los pocos días de la asunción de Héctor Cámpora como presidente de los argentinos, un curioso accidente automovilístico sesgaba la vida de una enfermera, al tiempo que dejaba gravemente heridas a otras dos personas. El dato sería anecdótico, si no fuera porque los tres ocupantes del automóvil eran delegados gremiales: Juan Salvadeo, del Sindicato de Metalúrgicos; Ángel Vázquez, fundador del Sindicato de la Alimentación (que sería asesinado en Firmat en un atentado de julio de 1974), y Luisa Eva de Gómez, delegada del hospital. Por esos días, los referentes gremiales encabezaban la toma del Hospital General San Martín de Firmat, ciudad a la que regresaban después de una reunión con las autoridades de gobierno provinciales en Santa Fe capital. La muerte de Luisa Eva de Gómez, aquella trabajadora y dirigente sindical se constituye, a la luz de la historia que vendrá, en el primer atentado perpetrado en el país por uno de los grupos de tareas —o patotas— que confluirán, poco tiempo después, en la organización paraestatal denominada Triple A.


UN ATENTADO EN LA RUTA
En la ciudad de Firmat, corazón del sur santafesino que se hace eco de la primavera democrática de 1973 encarnada en Héctor Cámpora, el Hospital General San Martín permanece tomado durante varios días por los gremios más representativos de la ciudad.
Fue en los meses de mayo y junio. El funcionamiento de la institución era cuestionado por un amplio abanico de trabajadores, y la toma fue encabezada por Ángel Vázquez (Alimentación), Oscar Zariaga (sector rural), Juan Salvadeo (Sindicato de los Metalúrgicos) y Luisa Eva de Gómez (Delegada del Hospital)”.
Horacio Zamboni fue el representante legal del Sindicato de la Alimentación de Firmat, y señala que “en mayo de 1973, con el gobierno de Cámpora, hubo una ocupación general de fábricas y lugares públicos en todo el país, y en la provincia también. En Firmat se ocupa el Hospital. Lo ocupa no solamente la gente del hospital, sino que en apoyo de la gente del hospital lo ocupan los otros sindicatos de la ciudad. Los sindicatos fuertes de la ciudad eran la UOM —con un secretario que se llamaba Salvadeo, y era también secretario adjunto de la UOM Venado Tuerto— y el de la Alimentación, con el Negro Vázquez. Juntos habían organizado una CGT regional, con Vázquez y Salvadeo al frente. Ellos ocuparon el hospital, que incluso fue tiroteado un par de veces”.

En mitad de aquella ocupación se registra la primera de las muertes producidas por los grupos de tareas que confluirían, poco tiempo después, en la Triple A.
Cuenta Zamboni que los referentes de aquella toma “van a una reunión en Santa Fe, a la gobernación o al ministerio de gobierno. Y sufren un atentado en el camino, le tiran encima un vehículo, y allí muere Gómez, la delegada del hospital, enfermera; queda muy malherido Salvadeo, estuvo grave mucho tiempo y quedó con secuelas; y Vázquez herido. Y fue claramente un atentado. Estamos hablando de mediados del '73”.
Para el reconocido abogado, aquel atentado que mutiló la vida de la delegada del hospital de Firmat puede encuadrarse dentro de los crímenes de la Triple A en la región, ya que sus autores “son los mismos que después fueron la Triple A. No puede decirse acá empezó la Triple A, como investigación policial sería fantástico, desde el punto de vista histórico sería el ideal conocer los detalles, pero eran ellos. La patota de la UOM, la patota del vicegobernador Cuello, en San Nicolás la patota de José Ignacio Rucci, si se estudia la historia de San Nicolás, ¿cuál es la diferencia entre la patota de la Triple A y la patota de Rucci?”.

Comisarios de la policía federal; agentes de las policías provinciales; militares retirados y en actividad; matones de las patotas sindicales; delincuentes comunes; más la complicidad de la embajada norteamericana, dieron forma a estas organizaciones que actuaron con impunidad, organizadas y coordinadas desde las estructuras mismas del poder de los estados provinciales y nacional, y con el dinero proveniente de las grandes empresas de la región.
Esas bandas terminaron federándose, hacia octubre de 1973, bajo el nombre de Triple A.

El informe Nunca Más, elaborado por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), contabiliza 458 asesinatos cometidos durante el período constitucional que va de 1973 a 1976: 19 en 1973, 50 en 1974 y 359 en 1975; obra de distintos grupos parapoliciales que actuaron principalmente con el nombre de Triple A.
Sin embargo, la organización paramilitar cometió no menos de un millar de asesinatos. Setenta de ellos en el sur de la provincia de Santa Fe, crímenes que todavía hoy, a 40 años de cometidos, continúan impunes. Parte de una larga y siempre incompleta lista de atentados, secuestros y amenazas, demuestran que los grupos parapoliciales, sostenidos con el dinero de grandes empresas de la región, funcionaron todavía antes de la aparición de la denominación Triple A, que en la práctica pudo servir a los fines de coordinar o federar la acción de estos grupos en los grandes centros industriales del país.

El atentado de junio de 1973 en las cercanías de Firmat que costó la vida de Gómez, las muertes en octubre de ese año del periodista José Colombo, en San Nicolás, y del dirigente peronista Constantino Razetti, en la ciudad de Rosario, llevan tempranamente las marcas de esa organización. Marcas que anticiparon los métodos que los grupos de tareas de la dictadura, a partir de marzo de 1976, harían abierta política de Estado.
Y que demuestran también el accionar de estas bandas todavía antes de su organización y coordinación desde el Ministerio de Bienestar Social de la Nación.
Acciones pagadas con fondos provenientes de empresas asentadas en la región, y con la participación de uniformados y miembros de la pesada de diversas organizaciones gremiales, y el conocimiento y la aprobación de funcionarios de los gobiernos de turno.
Como herramienta de control de las patronales sobre las organizaciones sindicales, como instrumento de los sectores dominantes de la Argentina de los tempranos '70 para mantener sus privilegios, la Triple A se inscribe en un registro histórico, también en la crónica política de nuestro país.
Allí está, antepasado aristocrático pero igualmente temible, la llamada Liga Patriótica, nacida en enero de 1919 como brazo paramilitar del gobierno radical encabezado por Hipólito Yrigoyen, en su política represiva contra las organizaciones obreras.

EL ASESINATO DE COLOMBO
El 3 de octubre de 1973, el periodista José Domingo Colombo es asesinado en la redacción del diario El Norte, en la ciudad de San Nicolás, donde trabajaba. Tenía entonces 37 años.
El hecho se produce a pocos días de la difusión de un supuesto "Documento Reservado" elaborado por el Consejo Superior Peronista, que sentenciaba la purga de "marxistas" e "infiltrados" de ese movimiento como réplica a la muerte del secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci; y pocos días antes de la asunción de Juan Domingo Perón como Presidente de la Nación.
Como detalla quien fuera director del periódico El Descamisado, Ricardo Grassi, en su trabajo "Periodismo sin aliento", la asunción de Perón en su tercera presidencia, el 12 de octubre de 1973, fue "apenas un paréntesis en un mes que había empezado mal y que solo fue empeorando". A El Descamisado tocó cubrir -sentencia Grassi- "la práctica inmediata de la depuración ideológica decretada por el documento reservado: una bomba contra el semanario peronista Militancia; treinta matones que, con armas de grueso calibre y protegidos con chalecos antibalas, escudos y radiotransmisores, asesinaron al militante villero Nemesio Aquino; el mismo día -3 de octubre- el asesinato en San Nicolás del periodista José Domingo Colombo, jefe de redacción del diario El Norte, por "trosco y bolche" -se había negado a publicar una solicitada de la delegación local de la CGT contra el interventor del Partido Justicialista-; el secuestro el 8 de octubre de un delegado obrero y dirigente de la Juventud Trabajadora Peronista, Oscar Arca, tirado en un zanjón cuatro días después…"

Sin embargo, el periodista Osvaldo Aguirre cuenta en un artículo publicado el 12 de octubre del 2003 en el diario La Capital que "el crimen de Colombo tuvo una particularidad en la lista de hechos adjudicados a la Triple A: sus autores fueron detenidos. El mismo día, cuando escapaban en dirección a Buenos Aires, la policía de Arrecifes detuvo a Juan Sanz y Ramón Bauchón González, con un auto en el que llevaban granadas de mano y de gases lacrimógenos, una libra de trotyl y varias armas".
La investigación judicial determinó que Sanz había sido el autor de los disparos de Itaka que asesinaron al periodista. Tres años después, el 23 de septiembre de 1976, los dos acusados fueron condenados a prisión perpetua.
Sanz murió en prisión. González tuvo un final acorde con su trayectoria: después de 19 años en prisión salió en libertad condicional. El 19 de marzo de 1993 fue detenido por la policía de San Nicolás y torturado a golpes y con el submarino seco. Tres días después murió, como consecuencia de la paliza recibida.

La investigación por el crimen del periodista José Domingo Colombo se detuvo en las figuras de Sanz y González.
El también escritor y periodista Mario Lombari, amigo y compañero de trabajo de Colombo, señala a los autores intelectuales de ese asesinato: “Fue Magaldi, el secretario general de la Asociación de Obreros Textiles de San Nicolás, con más de cuarenta sindicatos que estaban en contra de Rucci. Y Colombo, según se decía, era marxista. Los que lo mataron eran del COR (Comando de Organización), dirigidos por el general Iñiguez”, como le contó al periodista Carlos del Frade en el libro Perón, la Triple A y los Estados.

Antonio Pedro Magaldi supo ser boxeador, obrero textil y delegado sindical. Desde allí llegó a ser secretario general de la CGT San Nicolás, la misma geografía desde donde había pegado el gran salto José Ignacio Rucci.
Ocupando ese cargo, el 4 de abril de 1974, Magaldi cayó bajo las balas de un operativo del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). En su declaración pública el ERP denuncia que Magaldi “ha sido uno de los principales responsables del permanente ataque, persecución y vejámenes que sufren los trabajadores (...) por parte de las bandas de matones fascistas, armados por la burocracia sindical, por los directivos y dueños de las grandes empresas, en especial Somisa, por el ejército y la policía federal (...). Necesitan del terror para cumplir con sus planes de opresión al pueblo”.
En el documento “El ERP al Pueblo”, publicado en el periódico Estrella Roja Nº 32 del 10 de abril de aquel año, la organización manifiesta: “Frente a los crímenes de las bandas fascistas y parapoliciales, brazo armado de los opresores, el brazo armado del pueblo responde con la ejecución de Antonio Magaldi”.

LA MUERTE DE RAZZETTI
Once días después de la muerte de Colombo, en la madrugada del 14 de octubre de 1973, Constantino Razzetti, bioquímico y dirigente justicialista, cae cosido a balazos frente a su casa, cuando regresaba de una cena del partido justicialista, en la que había sido orador.
En agosto del 2005, su hijo, Carlos Razzetti, impulsó la reapertura de la causa en los Tribunales Federales de Rosario, luego que desde la Secretaría de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia de la Nación se reconociera en un informe que se trató de un crimen de lesa humanidad.
Tal y como lo sostuvo el fiscal federal Claudio Palacín ante los medios de prensa, el crimen de Razzetti “fue político, resulta verosímil que haya sido cometido por la Triple A, encuadra en la calificación de 'lesa humanidad', es por lo tanto imprescriptible y corresponde una investigación amplia, profunda y sin limitaciones en el fuero federal”.

En su declaración testimonial realizada ante el Procurador Fiscal, el doctor Ricardo Moisés Vázquez, a cargo de la Unidad de Asistencia para causas por violaciones a los Derechos Humanos, el 20 de abril de 2007 el ex-diputado provincial y militante peronista Juan Luis “Chancho” Lucero sostuvo que en el asesinato de Razzetti “actuaron varias personas, el CNU (Concentración Nacional Universitaria), el SAR (Sub-Area Rosario), que fueron los que asesinaron a Brandazza y son los mismos que luego participaron en las Tres A. Al llegar a la casa de Constantino, lo apuntan, el conoce a uno de los atacantes porque le dijo ‘y vos que hacés aquí’ cosa que después supe por contarlo la esposa”.
Lucero individualizó a varios de los responsables de la muerte del dirigente político, a quienes pudo reconocer en la cena de la que participó Razzetti la noche de su muerte: López Quiroga, que “había pertenecido al grupo estudiantil de la CNU”, donde había trabado relación con Walter Pagano y a quien conocía de un hecho “en el sindicato de la construcción donde había asesinado a una persona”; un diputado calvo, de la Unión Popular del Partido Peronista de Bonino, y que tenía relaciones con el Sindicato de la Carne; y Tito Livio Vidal.
Al mismo tiempo, sostuvo que desde el Sindicato de la Carne, con Luis Rubeo a la cabeza, habían amenazado a Razzetti.

EL HUEVO DE LA SERPIENTE
Las muertes de Gómez, Colombo y Razzetti marcan el inicio de una larga lista de asesinatos políticos en la región, con las marcas implícitas de la organización conocida poco después como Triple A. Esa lista, incompleta todavía, se acerca al centenar.
Cuarenta años después, todos esos asesinatos permanecen impunes, y en muchos casos no hay siquiera una investigación judicial que intente develar qué pasó.
Sus ejecutores, salvo raras excepciones, habitan un fantasma anónimo. Los nombres y apellidos del centenar de miembros que tuvo la Triple A en la región, sus motivaciones, sus por qué, se esconden no gratuitamente bajo el nombre de “miembros de un grupo de tareas”, como si así pudiera cerrarse la crónica roja de estos arrabales.
También se esconden en la noche del olvido los nombres de quienes, desde el poder económico, crearon y solventaron el accionar de esos grupos, como así también el de quienes cobijaron y consintieron su accionar desde el plano político.
Sin embargo, los relatos de esos crímenes, silenciados en los discursos oficiales, sobreviven en la memoria de los compañeros de entonces, en recortes amarillentos de diarios a medias guarecidos, en libretas de ocasión, en el miedo también. A partir de esos retazos puede trazarse el mapa de la sangre en la región.
Y también puede escribirse una crónica de lo que pudo ser, y no fue.
De los proyectos políticos truncos. Del futuro de un país mutilado.
El mapa de la sangre que empezaba a trazar su geografía de vidas ajenas, de vidas robadas.

**//**

Imagen: Carina Barbuscia.



Jorge Cadús: Es periodista. Es redactor y editor del periódico El Prensa; y columnista de varias páginas web de noticias. Forma parte del grupo fundador del Proyecto de Comunicación Alapalabra, de Madres de Plaza 25 de Mayo de Rosario. Es autor de "Postales de un desierto verde" (Tropiya ediciones, 2004); "Un tiempo ayer ceniza. Historias de la dictadura en el sur de la provincia de Santa Fe" (EMR, 2006) junto a Facundo Toscanini; "Combatiendo al capital. 1973-1976. Rucci, sindicatos y Triple A en el sur santafesino" (EMR, 2009), en colaboración con Ariel Palacios; "La Transa. Crónicas del narcotráfico" (Grupo Editor Postales, 2015); "Los días que vivimos en peligro. La destrucción del trabajo en la región 2015/2018)" (La Chispa, 2018) y "Alcorta: La ciudad invisible" (Grupo Editor Postales, 2019). Obtuvo dos veces el Premio Ciudad de Rosario por estos trabajos. En TV fue director periodístico de "Audiencia Debida. Crónicas del sur"(2000/2002); "Estación Sur. En los rieles de la Patria" (2010/2011) y "Tercer Tiempo. El relato salvaje" (2013/2015); todos en la señal Cablevisión Alcorta / Sacks Paz Televisora. Por esos programas obtuvo los premios ATVC 2001 y ASTC 2003 como mejor programa periodístico; y el Premio Juana Manso 2011 por su abordaje de las problemáticas de género. Desde el año 2006 a la fecha ha dictado en numerosas escuelas de la zona charlas y talleres abiertos sobre el terrorismo de Estado en la región. En el 2011 fue distinguido con el Premio Regino Maders por su trayectoria periodística y su compromiso militante.