Crónicas

126 AÑOS DE LA FUNDACIÓN DE ALCORTA / Jorge Cadús
LA PIEDRA ROJA DEL DESTINO

La fundación de la localidad de Alcorta se registra el 21 de diciembre de 1892, día en que la traza del pueblo fue aprobada oficialmente en una resolución firmada por Juan M. Cafferata, gobernador de la provincia de Santa Fe, y su ministro Gabriel Carrasco. Pero detrás de esa fecha late el pulso de una crónica larga, que supo gambetear olvidos sin perder el misterio. Fueron los trabajos para la construcción de la estación ferroviaria los que provocaron a su alrededor el asentamiento de obreros que, sumados a muchos pobladores de colonias y chacras cercanas, se transformarían en los primeros pobladores de la localidad. Mucho antes de su fundación oficial, el pueblo tuvo herrería, fonda, panadería y boliche. Y tuvo comisario incluso antes que otra autoridad política. Oriundo indudablemente de la patria vasca, el nombre "Alcorta" tiene -sin embargo- significados confusos. Pastizal, piedra o establo, si de algo saben estos arrabales es de una historia roja de siembra, pólvoras, sueños y rebeldías.


Oriundo indudablemente de la patria vasca, el nombre "Alcorta" tiene -sin embargo- significados confusos. Hay quien lo enlaza con la tierra y su fruto, con ese "alkor" (pasto) que sumado al sufijo (ta) que lo somete a un lugar, se hace lisa y llanamente "pastizal". Hay quien, desde el origen profundo de las palabras, lo define como "cortijo de piedra" (al = piedra; korta = cortijo).
El "cortijo", una construcción original de la ruralidad española, lo que para nosotros fue, en un tiempo no muy lejano, la chacra. Por los enigmas de los sonidos y las pronunciaciones, la palabra puede atarse también al "establo".
Y hay también quien lo piensa como la geografía de "las piedras rojas"; sumando el "ar" (piedra, peña) con el "gorri" (roja).
Pastizal, piedra o establo, si de algo saben estos arrabales es de una historia roja de siembra, pólvoras, sueños y rebeldías.

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Con el apellido Alcorta, no hay dudas: es netamente vascuence. Surge en Mendexa, en la provincia de Bizkaia, en la costa del País Vasco. Desde allí, a las costas del Río de la Plata, y al corazón profundo de una patria que apenas comenzaba a garabatear su destino: en 1775, José Pelayo de Alcorta se estableció en Santiago del Estero, con el oficio de Administrador de Correos. Allí se casó con Gabriela Suasnabar y de Paz y Figueroa, y nacieron sus cuatro hijos: José, Francisca, Manuel y Amancio.
Fue precisamente Amancio Jacinto del Corazón de Jesús Alcorta quien, comprando en 1860 las tierras donde se asienta hoy nuestro pueblo, marcaría el destino de su nombre. Amancio había nacido en agosto de 1805, era músico -compuso 54 obras publicadas en Paris entre 1869 y 1883- y político, vocación que lo forzó a distintos exilios. En su matrimonio con Coleta Palacio tuvo 9 hijos. En 1822 se radicó en Buenos Aires, donde vivió en Florida 460, hogar donde la muerte lo encontró el 3 de mayo de 1862. Sus restos descansan en el cementerio de La Recoleta.
Y como dicen que la historia habla un lenguaje de metáforas, la casa de calle Florida entre Corrientes y Lavalle, hogar de quien legó su apellido a la rebelión agraria más furibunda de estos arrabales y al Grito solidario y rebelde más famoso, se convirtió en sede de la Sociedad Rural Argentina.

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Debemos a los sucesores del tal Amancio -quienes facilitaron el paso del Gran Ferrocarril del Sud de Santa Fe y Córdoba por las tierras de su propiedad- la razón por la que la estación ferroviaria se bautizó "Alcorta". El servicio ferroviario fue habilitado el 1º de mayo de 1890, y dos años después, el 27 de abril de 1892, un Juan Bernardo Iturraspe rápido de reflejos compró una parte de los terrenos: en esas tierras, será fundado formalmente nuestro pueblo.
El 23 de junio de 1892 se inició ante el Ministerio de Justicia, Agricultura e Instrucción Pública de Santa Fe el expediente Nº 683, solicitando "el reconocimiento de la fundación del pueblo de Alcorta". En forma paralela, Iturraspe designó a Estanislao Fraga como su apoderado: el hombre participó del trazado del pueblo, en la subdivisión de campos y en la venta de los predios. El reconocimiento llegó pronto: la traza del pueblo fue aprobada oficialmente el 21 de diciembre de 1892, en una resolución firmada por Juan M. Cafferata, gobernador de la provincia, y su ministro Gabriel Carrasco.

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Fueron los trabajos para la construcción de la estación ferroviaria los que provocaron a su alrededor el asentamiento de obreros que, sumados a muchos pobladores de colonias y chacras cercanas, se transformarían en los primeros pobladores de la localidad. Mucho antes de su fundación oficial, el pueblo tuvo herrería, fonda, panadería y boliche. Y tuvo comisario incluso antes que otra autoridad política: el 19 de septiembre de 1892, las autoridades provinciales designan comisario a Emilio Villafañe. Hasta esa fecha el cargo había sido desempeñado por el vecino Pablo Granados.

El 9 de abril de 1895 el gobernador Luciano Leiva creó la primera Comisión de Fomento de Alcorta: Fernando de Grotkofsky fue el presidente; Pedro Urbano Pujol, el vice, y José Olaeta, el tesorero. Para entonces, Alcorta tenía 3.765 habitantes. En la planta urbana vivían 597 personas, 3.156 en la zona rural y 12 en terrenos del ferrocarril. La mayoría de ellos de nacionalidad argentina, y el resto inmigrantes llegados de Italia, España, Suiza, Francia y Alemania.
Y algún que otro ruso, como ese tal Fernando de Grotkofsky, primer presidente de la Comisión de Fomento de Alcorta.
Sobre él -escribe Valentín Marrone- "no hay demasiada información: a menos de un mes de haber asumido su cargo ya no figura como habitante de la localidad".
Su nombre aparecerá, antes de su paso por Alcorta, relacionado a la Estancia Los Álamos, en Baradero, en el verano de 1890, gestionando permiso para construir un embarcadero de madera sobre el río, "para el servicio de un establecimiento ganadero agrícola, que el recurrente posee en ese paraje".
Y su apellido -ligado a la aristocracia rusa- agregará un halo de misterio años después, hacia 1897 y desde Paraguay, en una historia de amor pagano que lo relacionará directamente con el poeta Rubén Darío.

Pero esa es otra historia que se teje en los pastizales enrojecidos por el sol del atardecer y el grito siempre nuevo de los rebelados. Porque como escribe el poeta Jorge Boccanera: "la memoria es a veces como una piedra enorme / en los brazos de un niño".

Imagen: Plaza San Martín de Alcorta.
Ariel Palacios. "San Martín planificando la vuelta"

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Jorge Cadús: Es periodista. Es redactor y editor del periódico El Prensa; y columnista de varias páginas web de noticias. Forma parte del grupo fundador del Proyecto de Comunicación Alapalabra, de Madres de Plaza 25 de Mayo de Rosario. Es autor de "Postales de un desierto verde" (Tropiya ediciones, 2004); "Un tiempo ayer ceniza. Historias de la dictadura en el sur de la provincia de Santa Fe" (EMR, 2006) junto a Facundo Toscanini; "Combatiendo al capital. 1973-1976. Rucci, sindicatos y Triple A en el sur santafesino" (EMR, 2009), en colaboración con Ariel Palacios; "La Transa. Crónicas del narcotráfico" (Grupo Editor Postales, 2015); "Los días que vivimos en peligro. La destrucción del trabajo en la región 2015/2018)" (La Chispa, 2018) y "Alcorta: La ciudad invisible" (Grupo Editor Postales, 2019). Obtuvo dos veces el Premio Ciudad de Rosario por estos trabajos. En TV fue director periodístico de "Audiencia Debida. Crónicas del sur"(2000/2002); "Estación Sur. En los rieles de la Patria" (2010/2011) y "Tercer Tiempo. El relato salvaje" (2013/2015); todos en la señal Cablevisión Alcorta / Sacks Paz Televisora. Por esos programas obtuvo los premios ATVC 2001 y ASTC 2003 como mejor programa periodístico; y el Premio Juana Manso 2011 por su abordaje de las problemáticas de género. Desde el año 2006 a la fecha ha dictado en numerosas escuelas de la zona charlas y talleres abiertos sobre el terrorismo de Estado en la región. En el 2011 fue distinguido con el Premio Regino Maders por su trayectoria periodística y su compromiso militante.